martes, 16 de octubre de 2012

HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD EN AMERICA LATINA


Breve historia del desarrollo de la universidad en América Latina*

. “La universidad, escribe Luis

Alberto Sánchez, no había encarado aún su problemática esencial.

Vivía en el campo de las ideologías de prestado y dentro de una

corriente de mercado autoritarismo institucional y franco centralismo

cultural”. De espaldas a la historia, se percataba de los torrentes

que ahora pasaban debajo de sus balcones señoriales y que

pronto se arremolinarían contra ella. Había sobrevenido en las universidades

una verdadera crisis de cultura, nos refiere Alejandro

Kom, provocada por la persistencia de lo pretérito. La corruptela

académica, el predominio de las mediocridades, la rutina y la modorra

en los hábitos académicos, la orientación puramente profesional

y utilitaria, el olvido de la misión educadora y la entronización

de un autoritarismo de la peor especie.

En “degeneración criolla” devino, precisamente, el esquema francés

que la República adoptó para transformar la academia colonial,

sin haber logrado superar ni el contenido ni la forma de la enseñanza,

que, en buena parte, siguió siendo “colonial fuera de la colonia”.

Organizada sobre la base de escuelas profesionales separadas, negación

misma de la Universidad, con una estructura académica erigida

sobre la cátedra unipersonal vitalicia, dominada por los sectores

oligárquicos de la sociedad, la Universidad carecía totalmente de

proyección social, encerrada tras altivas paredes de pedantería que

la divorciaban del pueblo.

El movimiento originado en Córdoba logró muy pronto

propagarse a lo largo y lo ancho de América Latina, demostrando

con esto que constituía una respuesta a necesidades y circunstancias

similares, experimentadas en toda la región. En este sentido, evidentemente

se trata de un movimiento latinoamericano surgido en la

Argentina al darse allí una serie de factores que precipitaron su irrupción.

No es, pues, una proyección latinoamericana de un fenómeno

argentino. Por eso, la republicación del Manifiesto desencadenó una

serie de reclamos y acciones estudiantiles en casi todos los países,

que pusieron el problema universitario en el primer plano de las preocupaciones

nacionales.

En cuanto a su extensión en el tiempo, aun cuando opinamos

que la reforma de las universidades latinoamericanas es un proceso

continuo que llega hasta nuestros días, el movimiento reformista,

con las características que Córdoba le imprimió, se ubica entre las

dos Guerras Mundiales, con todo y que sus postulados no lograron

su incorporación a los textos legales, en algunos países del área, sino

hasta después de 1945.

El primer país donde repercutió el afán reformista fue en el Perú,

donde desde la fundación del Centro Universitario de Lima, en 1907,

las inquietudes estudiantiles estaban a la orden del día. Dirigía el

reclamo estudiantil el Presidente de la Federación de Estudiantes,

Víctor Raúl Haya de la Torre. En 1919, los estudiantes de San Marcos

acogen el ideario de la Reforma de Córdoba. Al año siguiente, el

primer Congreso Nacional de Estudiantes, reunido en Cuzco, adopta

una resolución de gran trascendencia para el movimiento: la creación

de las “Universidades populares González Prada”, uno de los

mejores aportes del reformismo peruano. En esto centros confraternizaron

obreros, estudiantes e intelectuales, ampliándose así el radio

de influencia de la reforma. El movimiento encontró también

aquí su más caracterizada concreción política en la fundación por

Haya de la Torre, de la “Alianza Popular Revolucionaria Americana”,

el APRA, que por algunas décadas representó la vanguardia del

pensamiento político latinoamericano y de la postura antiimperialista.

De ahí que el reformismo peruano aparezca como el más

politizado.

Guiándonos por las enumeraciones que de los postulados

reformistas han ensayado ya otros actores, podemos enlistarlos de la

manera siguiente:

1. Autonomía universitaria –en sus aspectos político, docente, administrativo

y económico – y autarquía financiera.

2. Elección de los cuerpos directivos y de las autoridades de la

Universidad por la propia comunidad universitaria y participación

de sus elementos constitutivos, profesores, estudiantes

y graduados, en la composición de sus organismos de gobierno.

3. Concursos de oposición para la selección del profesorado y periodicidad

de las cátedras.

4. Docencia libre.

5. Asistencia libre.

6. Gratuidad de la enseñanza.

7. Reorganización académica, creación de nuevas escuelas y modernización

de los métodos de enseñanza. Docencia activa. Mejoramiento

de la formación cultural de los profesionales.

8. Asistencia social a los estudiantes. Democratización del ingreso

a la universidad.

9. Vinculación con el sistema educativo nacional.

10. Extensión universitaria. Fortalecimiento de la función social

de la Universidad. Proyección al pueblo de la cultura universitaria

y preocupación por los problemas nacionales.

11. Unidad latinoamericana, lucha contra las dictaduras y el imperialismo.

La Reforma de Córdoba representa, hasta nuestros días a la iniciativa

que más ha contribuido a dar un perfil particular a la Universidad

latinoamericana. Nacida de la “entraña misma de América” como

se ha dicho, tiene a su favor una aspiración de originalidad y de independencia

intelectual no siempre lograda. Producto de circunstancias

históricas y sociales muy claras, no consiguió la transformación

de la Universidad en el grado que las mismas exigían, pero dio

algunos pasos positivos en tal sentido. Su acción, en cuanto al ámbito

universitario, se centró más que todo en el aspecto de lo que podríamos

llamar la organización jurídica o formal de la Universidad

(autonomía y cogobierno) y menos en lo referente a la estructura

propiamente académica de la misma, que prácticamente continuó

obedeciendo al patrón napoleónico de facultades profesionales separadas.

“La Universidad, dice acertadamente Germán Arciniegas,

después de 1918, no fue lo que ha de ser, pero dejó de ser lo que

había venido siendo; 1918 fue un paso inicial, la condición previa

para que se cumpliera el destino de la Universidad en América como

Universidad”.

La democratización de la Universidad, gracias principalmente a

la autonomía y al cogobierno, representa, en opinión de Augusto

Salazar Bondy, el logro neto de la Reforma.

Para concluir este intento de corte de caja del Movimiento Reformista,

vamos a reproducir el juicio que sobre el mismo han externado

algunos estudiosos de la Universidad latinoamericana. Darcy Riveiro,

en forma esquemática considera que las innovaciones más importantes

de Córdoba son:

a) “La erradicación de la Teología y la introducción, en lugar de

ésta, de directrices positivistas.

b) La ampliación y diversificación de las modalidades de formación

profesional a través de la creación de nuevas escuelas profesionales.

c) El intento de institucionalizar el cogobierno de la universidad

por sus profesores y estudiantes.

d) La implantación, más verbal que real, de la autonomía de la

universidad referente al Estado.

e) La reglamentación del sistema de concursos para el ingreso a la

carrera docente que, sin embargo, jamás eliminó el nepotismo

catedrático.

f ) Y, por último, algunas conquistas en el campo de la libertad

docente, de la modernización de los sistemas de exámenes y de

la democratización, a través de la gratuidad de la enseñanza

superior pública”.

Pese todas las críticas que pueden endilgarse al Movimiento Reformista,

muchas de ellas válidas, y sabido que fue la manifestación del

ascenso de las clases medias, cuyo interés por acceder a la universidad

los llevó a reformarla, creemos que, en una perspectiva histórica,

Córdoba representa el punto de partida del proceso de reforma

en marcha de la Universidad latinoamericana, concebido como un

fenómeno continuo (universitas semper reformada) y destinado a estructurar

un esquema universitario original y adecuado a las necesidades

reales de nuestro continente y al proceso de socialización que

inevitablemente transformará sus actuales estructuras. En este sentido,

la Reforma Universitaria no es una meta sino una larga marcha

apenas iniciada en 1918, que con sus altibajos, retrocesos y desvíos,

va de la mano de la transformación revolucionaria, nacionalista y

liberadora, que América Latina tanto necesita. Bien dice Luis Alberto

Sánchez: “La lección de 1918 subsiste, porque no está colmada.

Porque aún quedan caminos que andar en tal sentido. Porque al cabo

de tantos años, América sigue aferrada al feudalismo, al entreguismo,

al empirismo egoísta, a la imitación servil, al divorcio entre la inteligencia

y el pueblo y entre la inteligencia y la universidad”. “No se

llega; se marcha”, decía la Federación Universitaria Platense allá por

los años 20, en pleno fervor reformista. Y en marcha se encuentra la

Reforma Universitaria en nuestro continente, aunque ahora su propósito

y contenido sea distinto, pues a nadie se le ocurriría meterse a

reformador enarbolando banderas de hace más de medio siglo. Pero

Córdoba fue el primer paso. Un paso dado con pie firme y hacia adelante.

Con él se inició, por cierto, un movimiento original sin precedentes

en el mundo, encaminado a democratizar las universidades.

Ecos de ese movimiento resonaron en Europa y aun el los Estados

Unidos en los años setenta. Y es que el Grito de Córdoba no se ha

extinguido. Vuelve a instalarse en las gargantas juveniles ahí donde

las circunstancias exigen su presencia. Está aún en el aire, como dice

Risieri Frondizi “Cabe llenar hoy de contenido el grito juvenil de indignación:

y por la reforma al día”. Pero el imperativo de la reforma es

hoy distinto. De lo que se trata ahora es de hacer arraigar la ciencia

entre nosotros, de socializar la Universidad y volcarla a la nación

entera, de formar a los universitarios al más alto nivel posible, más

con una conciencia social y crítica capaz de captar las causas de nues141

tro subdesarrollo y dependencia; de lograr la mayor eficacia en los

servicios universitarios, a fin de que la Universidad esté en las mejores

condiciones de dar el gran aporte que de ella esperan los pueblos

latinoamericanos para alcanzar su verdadera independencia y realizar

su destino histórico.

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